lunes, 10 de julio de 2017

¿Cómo se siente la persona que deja?...

¿Nos echan de menos alguna vez?...
¿Les duele o continúan su vida como si nada?...
¿Sufren o se sienten aliviados?...
¿No tienen que hacer un duelo?...
¿Por qué actúan como si les diese igual?...
En definitiva: ¿qué siente la persona que rompe la relación?...
Muchas de las preguntas que siguen a una ruptura, giran en torno a lo que hace, dice, y experimenta en su fuero interno la otra persona.
Nuestra cabeza empieza a funcionar como si fuese la máquina de descifrar Enigmas...probamos todas las combinaciones, explicaciones y posibilidades que puedan existir para explicarnos el sentido del universo...si fue antes el huevo o la gallina...y qué demonios hicimos para que alguien que nos quiso, ya no nos quiera...
Evidentemente, hay matices en función de cada caso.
No es lo mismo una buena relación en la que uno de los dos componentes ha dejado de sentir ganas o voluntad de estar con el otro, que un tortuoso amor tóxico plagado de sufrimiento.

Voy a centrarme en la primera instancia, en lo que sería una relación más o menos normal...
Cuando se termina una historia en la que ha habido cariño, respeto, amistad, ilusión y proyectos en común, la persona que toma la decisión, ha tenido que reflexionarla y pensarla detenidamente.
La ruptura en realidad se viene fraguando tiempo atrás...lo que significa que ha vivido una larga racha de dudas, de comerse la cabeza, de llorar a escondidas, de luchar consigo mismo, de autoengañarse, de intentar aguantar y finalmente, de mentalizarse progresivamente de que la relación ha de ser finiquitada.
Una cantidad sustancial de personas pueden estar debatiéndose así durante años, agarrándose al flaco consuelo de puntuales momentos buenos y pensando que total, ahí fuera se estaría mucho peor.
Por esta razón, la mayoría de las rupturas se efectúan cuando aparece una tercera persona...

El pánico a la soledad, no a la soledad real, sino a la soledad interior de no ser querido, es una de las mayores fuerzas motrices del ser humano.
Si uno se ha visto atrapado en una relación donde no era feliz y no ha sido capaz de dejarla, conocerá el asombroso poder paralizante de un miedo por el cual hacemos las más improbables hazañas y sacrificios, incluido nuestra salud y paz mental...

Ni por amor hacemos lo que hacemos por miedo...
Cuando te planteas dejar una relación, tienes muchos pseudointentos. Entonces, te ves solo, te ves triste, empiezas a recordar los buenos momentos y de repente, te entra un ataque repentino en el que sientes que no puedes vivir sin esta persona.
¿Conocen el experimento de Galvani?...Este médico y físico tomaba una rana muerta, le aplicaba una descarga eléctrica y por unos breves instantes, se movía como si volviese a estar viva.
Algo similar ocurre con los sentimientos: pueden estar muertos, pero la súbita descarga del pánico los retorna brevemente a la vida.
Cuando una persona derrocha promesas de amor repentinas y exuberantes tres días antes de romper contigo, está siendo víctima del efecto Galvani...
Las primeras emociones que aparecen cuando dejas una relación es el alivio, la culpa y el miedo.
Alivio, porque sales de un largo tiempo de dudas que te machacan y por fin tomaste la decisión...
Culpa, por el dolor que sufre alguien a quien amaste...
Miedo, porque podrías equivocarte...
El cerebro humano se apega a las sensaciones agradables. El alivio es una sensación agradable. Nos gusta sentirnos aliviados...

Hasta ahí, todo bien...
Sin embargo, ni la culpa ni el miedo son sensaciones agradables.
El cerebro humano crea artilugios para huir de aquello que le genera malestar.
Hay personas que intentan desplazar la culpa al otro: si tú hubieras cambiado, si me hubieras hecho más caso, si no tuvieses este carácter…
O de la misma manera, se autoinculpan con un compleja y retorcida explicación, en lo que podríamos sintetizar con la muy conocida "no eres tú, soy yo"...
La huida es la respuesta más habitual ante el miedo...
No me hables, déjame en paz, no me apetece darte explicaciones, etcétera…
Cuando una persona nos deja y pasan estas cosas, nos parece haber compartido nuestra vida con un completo desconocido. En realidad, no estamos hablando con la persona que conocemos y amamos, estamos hablando con su culpa y su miedo. Y la culpa y el miedo son como los terroristas: no se puede negociar con ellos...
Después de dar el cierre (más o menos) a la cuestión, la persona que deja, ha de afrontar, al igual que nosotros, una etapa desconocida, ya sea solo o acompañado.
En este punto, cobra más vida la nostalgia, el echar de menos ciertas rutinas, el cariño, los abrazos, los entornos, los amigos, etcétera…
En resumen, lo que suponía el contexto de la anterior relación, y no la relación en sí.
Los momentos de nostalgia deberían sufrirse en silencio...pero de ellos provienen en su mayor parte las llamadas sorpresivas, los mensajes eventuales, los intentos de mantener amistades que alientan las esperanzas del otro o las difusas promesas de un hipotético regreso futuro, todo ello, seguido de desapariciones intempestivas.
Es decir: quien deja una relación suele vivir también un resto de duelo, unos coletazos de miedo o nostalgia y en respuesta a ello, siente el repentino impulso de contactar con la ex pareja para que le proporcione el alivio de saber que existe, que alguien por alguna parte, le sigue queriendo. Una vez que la ex pareja responde con cualquiera cosa (sea rabia, sea cariño, etcétera…) quien envió el S.O.S. se siente tranquilo y seguro y entonces ya no se volverá a saber de él hasta el próximo ataque nostálgico.
En cierto modo, esas llamadas y mensajes le sirven para reafirmarse en su decisión, no para dudar de ella.
¿Qué ocurre cuando la persona dejada aplica contacto cero?
Al perder completa y definitivamente cualquier vínculo o contacto con alguien que ha compartido tantas cosas, que ha sido como tu familia, uno se ve obligado, tanto como el otro, a aprender a perder.
En nuestra sociedad, no estamos preparados, ni mentalizados para afrontar pérdidas.
La única información que nos dan desde la infancia al respecto, es que si algo desaparece, va a al cielo.
Pero nadie tiene a bien indicar que las personas y cosas se van perdiendo, que es necesario llorarlas, que toda pérdida requiere un proceso de aceptación y que nada ni nadie puede sustituirse, por mucho que huyamos hacia adelante, buscando una persona tras otra.
Así pues, si la persona que tomó la decisión tampoco tiene los recursos para dejar ir, el contacto cero le enfrentará a la siguiente disyuntiva: o bien, regresar la relación perdida, o bien desarrollar estos recursos y madurar.
¿Puede no sentir nada la persona que deja?
Puede ocurrir...
Cuando se abandona una relación, lo que duele es el desprendimiento de un vínculo y el renunciar a esa conexión con esta persona...
Si se ha vivido la relación de forma distante, o sin quitarse la coraza, o sin conectar realmente con el otro, la ruptura pasará sin pena ni gloria....
Y si no ha sido distante y se ha conectado realmente con el otro...mierda que duele!


miércoles, 5 de julio de 2017

Amores imparables


Me dicen que es de tontos tropezar tres veces con la misma piedra, pero es que tú, eras una piedra sobre la que merecía la pena caer...resbalarse...hacerse una herida...
Porque hay personas que merecen nuestra herida...
Personas que mancharon todo de felicidad, y contrataron la alegría, y la volcaron sobre ti como quien te arroja un baldazo de esperanza...Personas que empapaban tu vida con su risa, y ahora que no están, no dejan cuerda de tender donde seque esta tristeza...
Me dicen que es de tontos...que te deje...
Porque huir del compromiso, es el deporte que practicas.
Y tal vez estén en lo cierto...pero no saben que tu boca es el ticket de entrada al paraíso, como una esperanza que se cuela bien adentro...
Y dueles...claro que dueles...
Como un regalo que al abrirlo está vacío...
Como el premio que te sacan de las manos...
Dueles.,,
Pero yo sé que solo hay miedo tras tu huida...
Que me tiras las flores de los jarrones, por miedo a que no haya agua con que regarlas...
Que tu huida es un descanso...
Que el amor se toma un tiempo sobre ti, para que los temores no caven más hondo en tus entrañas...
Creo que a veces no hay parejas que no se amen, sino temores que nos vencen...

Pero tú siempre vuelves...
Siempre llegas de nuevo para estampar en mi cuarto el paraíso...para darle un nuevo orgasmo a mi memoria...Un motivo más para creer.,,
Y sé que no es fácil...
Que me hago una herida nuevamente en cada travesía desde mi lengua hasta la nada...
Pero me curas de nuevo en tu viaje de vuelta hacia nosotros...me curas...
Muerdes mis heridas y las arrancas de golpe...y allí, donde había piel rota y soledad, solo encuentro piel nueva...un pedazo de alma restaurada...
Por eso acepto todo lo que caiga sobre mí cuando te vayas...
Acepto que me elijas y me sueltes...
Que la felicidad sea un disparo...
Lo que dure este momento...
Acepto las tres llamadas pendientes que aparecen en mi teléfono, con las que no sé qué hacer para que no me revienten de pasado el paisaje...
Y también los domingos en que siento que la vida está en pausa...
Lo acepto todo, si eso abre la puerta a que mis lunes sean tus lunes...
Y mi foto tu desvelo...
Y mis guerras un motivo por el cual hallar la paz contigo...
Me dicen que te olvide y tienen razón...
Pero lo dicen porque no saben lo ardientes que son dos amantes cuando es correspondido...
No entienden que te necesito...
Te necesito porque "despedirse" es una palabra demasiado grande...
Y no lo entienden...
Y vuelvo a ti porque no es posible ponerle vallas al amor...Y cada uno elige el modo de volarse...Y no lo entienden.
¿Dependencia?...Por supuesto!...
De la felicidad que traes...de ser nosotros...
Les digo eso...
Por eso vuelvo a ti...
a chocar de frente contra la felicidad...
a  caer de boca contra la felicidad...
a romper mis dientes contra la felicidad...
Me equivoque o no, para mí eres eso...
La calle que conduce a la felicidad.