Mi versión de la historia ya no importa.
La vida pasó, me dolió, me curé, pero lo más importante es que aprendí quién merece un lugar en mi mesa y quién nunca volverá a sentarse en ella.
Llega un momento en el que te das cuenta de que la narrativa a la que alguna vez te aferraste, tu versión de la historia, ya no tiene el mismo peso.
La vida se desarrolla de maneras que a veces son duras y, durante mucho tiempo, podemos aferrarnos al dolor, los malentendidos, la necesidad de demostrar nuestra verdad.
Pero, con el tiempo, llegas a un punto en el que la importancia de ser escuchado se desvanece.
No es que tu dolor no importe; es que has aprendido a dejar de buscar la validación de aquellos que no pueden verte como eres.
La verdad es que la vida nos derribará de maneras que nunca esperamos.
Podemos enfrentarnos a la traición, al desamor y a momentos que nos hagan cuestionarlo todo.
Pero en el proceso de curación, sucede algo increíble: redescubrimos nuestra fuerza.
Nos reconstruimos pieza por pieza, aprendiendo no solo sobre el mundo, sino también sobre nuestros propios límites, nuestros valores y quién merece verdaderamente ser parte de nuestro viaje.
La lección más importante no es que la vida siempre será justa o que la gente siempre nos tratará con amabilidad, sino que tenemos el poder de elegir a quién permitimos entrar en nuestras vidas.
Las personas que nos han apoyado cuando estábamos en nuestro peor momento, que han respetado nuestros límites, que nos han amado incluso cuando era difícil, esas son las que merecen un lugar en nuestra mesa
¿Y las personas que nos han hecho daño, nos han traicionado o no han sabido ver nuestro valor?
Ya no tienen ese privilegio.
El acto de sanación es un acto de autodescubrimiento.
Es una revolución silenciosa en nuestro interior, en la que dejas de disculparte por tu dolor, de perseguir a quienes se han alejado hace mucho tiempo y comienzas a honrar tu propio valor.
En ese espacio de sanación, te vuelves más selectivo respecto a quién le entregas tu energía y aprendes que tu paz es mucho más importante que aferrarte a viejas historias o viejas heridas.